L O S   V I A J E S   D E    

A N N A   P L A N E T A 

Todos los textos de Jorge Jota Hardmeier.

Todas las fotos de Rodrigo "Perro"  Yañez.

Todos los viajes de Anna Planeta.


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16. Los amos duermen, ya no existen. 

Los perros olfatean, servilmente secundan a sus amos – esto es lo que tales personas creen - y emergen como estatuas bajo la lluvia. Cuando ladran sus quebrantos sacuden el cuerpo y la lluvia se disipa. Allí es cuando se puede ver a un perro bajo el agua. Ladran aun cuando los humanos, que  han logrado desentrañar la fusión nuclear, no logran descifrar el lenguaje de estos seres.  Las calles son su mapa. Los amos duermen, ya no existen. ¿Qué pensará de ustedes Diógenes de Sínope, almas condenadas? ¿Qué pensaría de vos, perro dinamita, Sócrates al tirarte un palito para que lo vayas a buscar con mansedumbre de esclavo?  Perro cínico, asqueroso. No ladres. Dejá a Sócrates y ladrale a Platón con colmillos afilados. Se estoico, Perro. Seguí meando los árboles y olfateando tu barrio y tu guarida. Los perros, lo único que necesitan, es que no les tapen el sol. Eso es tremendo, Diógenes, de tal modo que guarda tu ladrido para milenios posteriores y sin caniches. 

- Mami, ¿los perros entienden lo que hablamos?

- No creo, hija.

- ¿Por qué? 

- No sé.

- Yo los entiendo, ¿vos cuando dejaste de entender a los perros?

- Me hacés cada pregunta hija. Yo creo que entienden el tono…

- ¿El tono? Eso lo vimos el otro día en la clase de música, mami…

- Claro…

- ¿Claro qué?

- Que es eso, un tono, como lo que hacen los perros ocurre en la música…

- Pero los perros no tocan instrumentos, mamá…

- ¿Vos pensás que la voz no es un instrumento?

- Sí, pero no puden tocar la guitarra…

- Hacen otra cosas

- Ladran. Y los que ladran mucho no me gustan…

- Se está haciendo de noche hija…

- ¿Estamos perdidas…?

- Sí, creo que sí, creo que sí… Nos estamos encaminando a la noche de los perros, hija, dame la mano…

- Sí mami.

15. Ruido de ratas. 

El despertar y el transcurrir idéntico de cada día. La fotocopia de las existencias leves, anónimas, diminutas. Las manos anquilosadas, el flaco tiempo del desayuno, viajes que aquellos antiguos esclavos no hubieran aceptado.

La violencia urbana, los viajes cuál ganado, los constantes ruidos agobiantes. Ser uno más en el conjunto de las muchedumbres solitarias. La ruta siempre idéntica y anodina, el saludo diario con los mismos fantasmas.

La soledad en la mirada hacia el piso, la imposibilidad de escapar de ese plan tan lejano pero ineludible, el sueldo, los amores perdidos, los tantos muertos pero esos físicamente no estos, los que repiten una y otra vez ese periplo como autómatas. Robots. Esa palabra significa siervo en idioma checo.

Y entonces contar baldosas, la resignación de la cual luego uno se sentirá orgulloso, como si fuera parte de un sabio equipo del que forma parte. Y ruido. Estridente. Vienen desde los cuatro costados y tal vez desde la propia mente. Ruidos, algunos lejanos y por tal motivo más espeluznantes.

Ruidos, ruidos, ladridos, ruidos de ómnibus, de conversaciones lejanas, de adentro, de la mente, indiscernibles, ruidos mezclados, sin poder detectar la fuente. Ruido a ratas.

Y la mirada, las baldosas, la mierda, los pies del resto de los esclavos en una psicosis teatral general. Hay ruido de ratas. Ruidos de ratas en las mentes cercanas. Y el trabajo como destino. Cierta abolición del deseo para una vida diminuta, como tantas. ¿Qué será de esa existencia?

Primero un recuerdo, luego el recuerdo de ese recuerdo y, finalmente, el olvido.


14. Hablando con los muertos

Los vivos son seres incompletos pues aún no han atravesado la experiencia de la muerte. Y no se ocupan de construirla cuando es el gran acto poético. La diferencia entre los nonatos y los llamados muertos es que estos tienen memoria. Una memoria que atraviesa una suerte de agujero negro y se torna inmortal. La muerte: un cambio de estado como lo es el nacimiento. Los muertos han rasgado las nociones de tiempo y espacio, una suerte de emigración a un país sin mapa. ¿Un ser aún no nacido es un muerto? ¿Habitan el mismo espacio y tiempo? Los muertos son aquellos que han vivido, por lo tanto todo ser es potencialmente un muerto. La sumatoria de la memoria de los muertos conforma la memoria de Dios. Los vivos se desarrollan pensándose infinitos; los muertos saben de cierta finitud y de la entrada en la eternidad. La muerte es el arribo al silencio primordial. El ego de nuestra sociedad provocó que los vivos se pensaran los únicos seres con existencia; pero desconocen por hipocresía o falta de solidaridad que los muertos viven. Muerte nos junta.


- ¿Quién anda ahí? 

- Hola hermano…

- ¿Qué carajos querés? ¿Sos vos?

- Vine a visitarte… ¿Cómo va todo? Hablá en voz baja, así no despertás a mis compañeros. ¿Cómo estás?

- Horrible desde que sufriste el accidente.

- ¿Atravesaste el dolor?

- Jamás…


- Quedate tranquilo nene, estoy bien acá, junto a las estrellas…

- Destrozaste a la familia…

- Estás equivocado, les inculqué memoria y la idea de que los llamados muertos aún transitamos la existencia.

- Dale, jodeme, vení a comer ravioles el domingo…

¿Por qué no? No necesito silla ni plato, pero allí estaré… ¿Van tus hijos?

- ¿Me estás cargando?

- No, hermano, para nada. ¿Tenés fuego?

- Ya no fumo… ¿Cómo es morir?

- Como tomar un tren… y te bajás en la estación terminal.

- No sabía que los muertos hablaban, hermano.

- Sí, hablamos, pero a los que denominan vivos no saben escuchar. ¿Viste que los gatos escuchan cosas que los humanos no perciben? Ustedes han perdido esa cualidad. Me di cuenta cuando llegué acá hablando con la gente catalogada de muerta.

- ¿Acá? ¿Dónde es?

- Ya vas a llegar… Me tengo que ir..

- No te vayas, hermano. ¿Puedo verte?

- Claro que sí, en eso que llaman sueño o en tu memoria, es fácil…

Pero…

- Me están llamando, nos vemos en otro tiempo.



13. Sombras.

¿Son las sombras parte de la realidad o su mero reflejo? ¿Y si eso que catalogamos de realidad es una sombra de una tercera realidad? Ya lo había planteado Platón el griego: El mito de la caverna es una alegoría sobre el conocimiento. En ella se muestra al ser humano encadenado dentro de una caverna donde lo único que ve son sombras reflejadas en la pared, pensando que esa es la realidad. ¿Y eso que ligeramente denominamos realidad no será la sombra de una sombra? 

Tal vez la luz sea cegadora. Una serie de objetos y seres no logran dar sombra, paredes enteras esperan esa proyección que, extrañamente, no ocurre. ¿Qué ocurre con las sombras cuando la luz se desvanece?

 El acostumbramiento y el regirse por los ciclos de la luz han encaminado a la humanidad hacia cierta esclavitud diurna. 

¿Han logrado pisar su sombra, actividad predilecta en épocas de la niñez? No, pues la tonta luz dictamina y rige los ciclos impuestos para la existencia. ¿No has construido tu propia noche? ¿Qué ocurrió que hemos elegido el día y sus exigencias y ha sido expulsada la nocturnidad? 

Mami, estoy pisando mi sombra, no quiero hacerlo…

Te va a seguir a todas partes, mi amor…

¿De noche también?

No hijo, de noche no…

¿Por qué mami?

La noche no viene con sombra hijo…

Yo quiero dar sombra de noche…

Imposible…

La señorita dice que nada es imposible y que eso lo dijo San Martín…

Pero hablaba de otra cosa, no de las sombras…

Para mí las sombras son malas…

¿Por qué hijo?

Tienen otro tamaño, ¿no te diste cuenta? Fijate, ma, fíjate ahora, yo estoy más largo de lo que soy… ¿Cuál es mi tamaño real el de mi cuerpo o el de la sombra?

Ay nene…

¿Dan sombra los muertos?

Según…

¿Según qué? ¿Da sombra el alma mami? ¿Es posible ver la sombra de Dios?

Mi amor, ya estamos llegando a la escuela…


12. Museo Negro.

El museo negro de la noche con sus charcos iluminados por un alumbrado fantasmagórico que permanece encendido durante el día ante los ojos de las muchedumbres solitarias. 

La noche y sus caminantes con ojos que escudriñan la muerte, el proyecto del morir. La construcción de la propia muerte como un golem. ¿Cuál es el último pensamiento, la última imagen que devela el enigma de la única certeza? 

El museo negro de la noche surcado por las luminarias de los automóviles. La dictadura del automóvil, esos aparatos abordados por consumidores que son la antítesis del nochero solitario que pide consejos a una luna inexistente.

La noche y sus himnos que aún no han sido compuestos por la fatal dilación de esos seres noctámbulos que aguardan una noche ideal que jamás de los jamase sobrevendrá. La noche, ese tango aun no escrito.

El relato negro de la entrenoche. ¿Dónde afincan los personajes nocturnos durante el transcurso del día?

El museo negro de la noche que tan bien conocen los gatos, seres que observan algo desconocido. En la antigüedad más antigua eran felinos salvajes. En algún momento adoptaron una actitud más sabia y se transformaron en seres que descansan a destajo, fornican, se alimentan gracias a los favores de sus supuestos amos y se internan en la conexión con ese elemento por nosotros, los autodenominados humanos, desconocido. Los gatos son budistas, no se conocen seres más cercanos a esa forma de experiencia. Cuando perciben la cercanía de la noche oscura se esconden sabiendo que la muerte es una inexistencia.

La noche es la geografía de una ciudad ausente. Cables, señales, conexiones mantienen en vilo a personas que suponen establecer vínculos desde extraños artefactos que las separan arduamente y en modo definitivo. Los gatos y los caminantes de la noche lo saben.

El agujero negro de la noche es una invitación y un abismo.

 

11. Las muchedumbres solitarias.

Las calles han sido secuestradas por la noche, haya o no sol en el firmamento. Una lluvia letal es la gobernadora de estos tiempos. Las luminarias públicas tornan aún más abyecto el paisaje urbano. La fealdad de la urbe es irremediable. 

Caminantes solitarios. Vista baja contando las baldosas. 

El llanto latente en cada rostro, el abrazo al cuerpo mismo a falta de otras caricias. Los pájaros negros, ávidos, sobrevolando un cielo que difícilmente vuelva a ser puro y celeste o plagado de ciertas nubes en las que descubrir mágicos dibujos se ha transformado en una utópica tarea. 

Era nuestra casa, nuestro amor, el verano. ¿Padre, dónde estás? ¿Por qué has permitido esta tristeza? La lluvia es incesante, la noche eterna. ¿Padre, qué le diremos a nuestros hijos? 

Caminantes solitarios, muchedumbres solitarias. La búsqueda de un hogar imposible. Que noche llena de hastío y de frío, el viento trae un extraño lamento, parece un pozo de sombras la noche, y yo en las sombras camino muy lento, mientras tanto la garúa se acentúa con sus púas en mi corazón. 

Las luces que deberían iluminar las calles se derriten en los charcos. Se han suspendido los amaneceres. El llanto y la lluvia inundan los cordones de las calles. El alcohol es el antídoto para soportar la angustia de los solitarios, acodados a la mesa de un bar, contemplando la noche y la lluvia a través de la ventana. Muchedumbres solitarias. 

¿Padre, por qué has permitido esta tristeza? ¿Ya no te han dicho por qué me has abandonado? No tenés memoria. ¿Padre, dónde estás?

 No son necesarios ya más catacumbas ni cementerios. Las luminarias públicas se están agotando y todo paisaje torna al negro, un negro profundo que hace imposible la búsqueda de un hogar. La gente llora, Padre. Los perros deambulan por la calle sin sentido. No ladran, gimen. Padre, padre, mi cuerpo de barro se deshace bajo la lluvia. Necesitamos una primavera en la isla de la memoria. 

Padre, no me estás escuchando. 

Mami, ¿por qué es de noche si recién salí de la escuela?

Decidieron eso, hijo…

¿Quiénes?

Uno señores que deciden esas cosas…

Pero está mal, mami…

Hablá en voz baja mi amor…

Pero no se ve nada…

Tenemos que llegar a casa, hijo…

¿Ahí hay luz?

Tampoco, pero nos dejan usar velas. Caminemos rápido, faltan dos cuadras.

Sí, mamá.

 

10. El amor de los escombros

Padre ha muerto.

Solo permanecen los escombros de su vida.   Primero el recuerdo, luego el recuerdo de ese recuerdo, finalmente, tal vez, el olvido.

Padre ha muerto. 

La ley de Dios, la ley de la naturaleza.

¿Qué son los escombros? Se reutilizan. Una legión de albañiles puede dar cuenta de ello.

Padre ha muerto.

Madre y Hermana lloran en el umbral. Llevan las manos a sus caras en un llanto silencioso. Vivir en estado de llanto.

¿Dónde te fuiste Padre? ¿Por qué no avisaste que te ibas? No es una buena actitud.

Y ahora regresás con esa sonrisa con ellas detrás. Una sonrisa amplia y silenciosa.

Padre, has muerto pero emerges de los escombros y con sonrisa plena que deja ver todos tus dientes.

¿Qué será de tus dientes, Padre, en el futuro? ¿Por qué no avisaste? ¿Y el asado? ¿Y el vino tinto?

Padre ha muerto. 

La medicina lo certifica.  Febrero del último verano.  Y ahora esa sonrisa como si

estuvieras en un circo.  Transcurrir en un estado de llanto latente.

Y un abrazo, ¿te parece correcto? En el comedor de la infancia. Deberías haber avisado, Padre.

Hay que construir la propia muerte. 

Pero, claro, el señor regresa con sonrisa y abrazo. Aún queda mitad de la botella de tinto. Así no, Padre, deberías haber avisado que te ibas a morir y a legar esos escombros.

Padre ha muerto.

9. Escaleras.

Épocas hubo en los cuales los seres humano observaban los terrenos altos y de una altura mayor en los cuales afincaban con una cierta curiosidad y un deseo irrefrenable. Realizaban conjeturas, intentaban inútilmente realizar saltos extraordinarios para acceder a esos lugares pero en general, estos intentos eran en vano. Algunos pocos lograron la hazaña mas pagaron ese acto con la pena de no lograr descender, salvo a costa de propiciarse problemas físicos o rotura de huesos. Nunca se supo más de ellos. Las familias lamentaban la  perdida de uno de sus componentes sin dejar de festejar la hazaña. Los terrenos a mayor altura en el cual se afincaba eran una zona misteriosa e inexplorada desde su visión. Esta situación fue así hasta que en cierta zona de Egipto un sabio, luego de arduas investigaciones y cálculos, dictaminó que disponiendo dos troncos verticales a cierta distancia y otros de menor longitud en sentido horizontal unidos a los anteriores se podría ascender, siempre con cuidado y apoyando lentamente, una a una, las palmas de los pies. El asombro fue generalizado. Denominaron scala a ese objeto, lo cual familiariza a estos objetos con las composiciones musicales. Luego de la invención de tal mecanismo, comenzaron a organizarse torneos en los cuales los participantes debían subir peldaño a peldaño, la escalera en el menor tiempo posible. El asombroso hallazgo fue difundido de boca en boca y adoptado por otras civilizaciones. Hombres y mujeres podían ascender hacia terrenos más altos para escapar, guerrear o disponerse a la búsqueda de alimentos mediante la caza. Resultó ser un gran invento para la historia de la humanidad, comparable al de la rueda o las aeronaves, que permiten acceder, por otros medios, claro, a zonas más altas que en el pasado resultaban inaccesibles. Las escaleras y sus diseños fueron evolucionando: las escaleras dejaron de ser solamente rectas para tomar otras formas: curvas, dobles, modo caracol, suspendidas, realizadas con otros materiales. Las escaleras suelen generar sombras imprecisas, este hecho fue un problema a resolver para pintores y dibujantes. Piranesi basó su obra en la búsqueda de desentrañar este enigma y allí radica la proliferación de escaleras en sus obras artísticas. El lenguaje también entró en acción: dos grupos entraron en disputa, aquellos que sostenían el uso de la palabra escalera y otro grupo disidente que argumentaba que tal artefacto debía ser denominado escalinata. Finalmente, luego de una reunión entre ambos oponentes lingüísticos, se determinó que escalera sería un término utilizado para aquellos artefactos de este tipo susceptibles de ser transportados a mano y utilizables en el mundo del trabajo y que escalinata sería un modo del lenguaje para nombrar a estos artefactos utilizados en edificios, monumentos y templos. Dos problemas no lograron resolver estos grupos; si estos artefactos son para ascender o para descender y si, al ser representados en ciertas obras de arte, deben ser categorizados como escalera, escalinata o escala.


8. Inminente.

Las cárceles de mayor seguridad son aquellas pobladas de puertas. Algunas conducen al vacío, otras a la locura y muchas de ellas a la finitud de la tristeza. 

Las hay de madera, chapa o acero. Las llaves son innecesarias. Si se logra traspasar el umbral de dichas puertas puede surgir cierto arrepentimiento de haber abandonado el encierro. 

Varias de ellas conducen a un laberinto desesperado donde desnuda e inaccesible Ariadna ríe a carcajadas. Puertas hay que se abren, pero se cierran, luego, para siempre. 

El abismo. La oscuridad. La angustia del laberinto y la soledad de un camino incierto. Alguien ha dicho que aquellos laberintos de espejos son abominables, pues nos reproducen en diversas formas sin alcanzar a vislumbrar la esencial. Dicha situación es desesperante. La angustia de los laberintos, la más acabada metáfora de la existencia. Ya no hay puertas, solo caminos sin escapatoria. 

Ciertas voces comienzan a parlotear en la mente. Un diálogo ensordecedor y los gritos y los caminos sin salida. Y la nulidad de puertas. Ya no hay, no hay salida, entonces. La que se ha traspuesto fue aquella que marcó cierto destino y condujo a un laberinto indiscernible. 

Extrañar la cárcel. Gritar a paredes sordas y perversas. 

El último recurso es la espera de algo inminente.


7. Desnudo

Ese señor está desnudo, mami. Mirá.

No, mi amor, solo ocurre que no tiene ropa. Eso es lo que pasa.

Claro, como los animales. ¿Y por qué nosotros usamos ropa?

Para estar más presentables ante los demás. 

Pero los perros siempre están presentables y no están vestidos. ¿Nos da vergüenza estar desnudos ma?

A ver, decime: ¿te gustaría verme desnuda, acaso?

Si, mamá.

Pero eso no estaría bien. ¿Qué decís hijo?

Vos me viste desnudo.

Pero eras un niño. Nacemos desnudos.

Yo te vi desnuda una vez mami.

Ay hijo, cállate.

¿Qué tiene de malo estar desnuda? 

Una debe cuidar su intimidad hijo. Callate por favor. Alguien puede escucharte. ¿Querés que te compre algo en el kiosco?

El otro día a una amiga del cole la vi desnuda.

Eso no se hace…

¿Por qué? Fue lindo. Tiene re lindo pelo.

No vuelvas a hacerlo, te lo pido por favor.

Me gustan las sombras de la gente desnuda. Me parece que son más grandes que cuando están vestidas. ¿Por qué nacemos desnudos?

Porque de la panza de la mamá los bebés salen desnudos como estaban ahí adentro.

Para mí que también morimos desnudos, ¿no mami?

Depende…

¿De qué? ¿A las personas la entierran desnudas o vestidas?

A algunas vestidas a otras desnudas y a otras las creman.

¿Qué es creman?

Ehh… quemar el cuerpo, que ocurra en la Tierra lo que ciertas religiones afirman que va a pasar en el Infierno.

¡Cómo debe doler mami!

Ya están muertos…

¿Y el alma se quema?

No sé mi amor pero ahí viene el colectivo.


6. ¿Humano?

¿Qué observan, el objeto real o su sombra?


Diversa paredes esperan esas sombras de cuerpos que no la emiten.

Los muñecos no emiten sombra, allí radica su belleza y su enigma.


¿O acaso alguien va a corroborar que vio a un peluche, una muñeca o un caballito de juguete generando sombra sobre esas paredes siempre inexistentes?


Los muñecos son seres que se aíslan sabiendo de su aura nefasta. No abren los ojos ni las bocas. Adoptan posturas inanimadas pero nos manipulan. Se refugian entre libros, almohadones, ollas, lapiceras, muebles, terciopelos.


Los muñecos no parpadean. Tienen siempre sus ojos maliciosos bien abiertos escrutando el mal que pergeñan para ese mundo que, suponen, los despercia.


Los muñecos adoptan poses de ser inanimados pero rigen las noches de eso que, a falta de otro término, denominamos seres humanos.


¿Humano?


El ser humano ha caducado y el futuro es una tormenta. Los muñecos lo saben. Especialmente aquellas muñequitas negras de ojos de un blanco fulgurante.

Los muñecos y muñecas no tienen problemas relacionados con la medicina. Eso los diferencia positivamente de los llamados humanos.


Los muñecos pueden quedarse despiertos sin sufrir la catástrofe del insomnio.


Los muñecos y muñecas no necesitan comprarse ropa. Una legión de niños y niñas los asisten.


Los muñecos no temen a la noche.


Los muñecos ven, desde sus ojos, hacia atrás, a diferencia de los hombres y mujeres, asi denominados, de carne y hueso.


Los muñecos y muñecas tienen los ojos bien abiertos. No parpadean.


Solo lo hacen cuando un gallo canta.


5. Tres veces negado.

¿Ver seres animados donde hay objetos es una patología?


Donde hay sillas existen personas compartiendo un mate. Amargo, eso sí.


Y los perros que ladran en las paredes, como seres estampados cual figuras prehistóricas. Sabemos que no es solo un defecto del revoque. Es como ocurre con las nubes, que dibujan en el cielo. Los niños y las niñas lo saben. Luego los educan.


Las muñecas caminan por las calles del conurbano. Son negras y tienen los ojos enormes. No pestañean. Recorren las calles. Las viviendas se deshojan. Todo amanecer se percibe mortal. Toda noche resulta una trampa.


¿Mami, estás allí?


Encontré un pájaro muerto. Le han devorado las entrañas.


Amargo, eso sí.


¿Cómo esos palos que semejan a Cristo en la cruz?

No saben lo que hacen.


¿Para qué hay tantos cables mami?

Para que mueran los pájaros.


Amargo, eso sí.


La calle es de tierra y no hay pájaros.

Callate.

¿Callarse es una patología mami?


Tres pájaros muertos son una tormenta, amor.

No saben lo que hacen.

Hecha la ley, hecha la trampa.


¿Para qué son esos cables?

Transmiten la hipocresía cariño.


Tres veces negado.

Callate.

Ese palo corta la fragilidad del cielo.


Amargo, eso sí.


¿Te recibiste?

Sí, pero los cables siguen cruzando el cielo.

Tres pájaros muertos son una tormenta, amor.

¿Y dos, mami?

Una hipocresía, amor.


¿Para qué son esos cables?

Para que transmitan sus triunfos.

Amargo, eso sí.


Mami, hay un pájaro sobre el asfalto.

No pasa nada amor, ya no sufre.


4. Humo, hielo y penumbas.

¿Qué ocurre señor?


Existe el humo y circula. Siempre ha ocurrido, desde el comienzo de los tiempos aunque intenten negarlo. Es el elemento fundamental, el que nos aúna. Desde los griegos hasta nuestros tiempos nos han mentido.


Nada de agua, tierra , fuego y aires como elementos fundamentales. ¡El humo! Si, ¡el humo!


El humo puede matar señor.   


El humo, sencillamente, es justo. 


Prefiero las ventanas, señor, y si es posible, abiertas.


Ja ja, un ridículo invento de miedosos y melancólicos.


La única ventana medianamente útil es aquella por la cual alguien decide arrojarse al vacío.


Hay luz detrás de la ventana, señor.

Ay ay, la luz es solo una ilusión. El universo, aunque insistan en negarlo, está conformado por humo, hielo y penumbras.


Señor, tengo miedo.

3. ¿Mami, cuándo llegaremos allí?

¿Mami, cuándo llegaremos allí?

No hay árboles, tesoro. No logro guiarme.

Está el sol, están las estrellas.

La cruz del sur.

Recorremos calles que conocí. Por lo tanto, me pierdo. Erramos

¿Mami, cuándo llegaremos allí?

El paisaje ha sido ultrajado, tesoro, no puedo olvidarlo. Los cruces y bocacalles son los mismos, por eso me desconozco.

A un lugar añorado se debe regresar como si se caminara hacia un cementerio.

¿Mami, cuándo llegaremos allí?

Otro lugar de los tantos desconocidos.  Los recuerdo. Autos, perros callejeros,  tiendas de ropa, verdulerías. No lo reconozco de tan conocido que me resulta, tesoro.

No hay naranjos, ni limoneros, ni lecheros con su carro, ni chatarreros, ni soderos. Ya no hay novios. Empiezo a recordar.

¿Mami, cuándo llegaremos allí?

Ya no hay calles de tierra, ni colectivos, ni peleas. Ya, ni siquiera, hay muertos.  Este  lugar lo recuerdo porque no tengo registro de él en mi memoria. Se me adormecen los ojos de mirar tantas cosas conocidas.

¿Mami, cuándo llegaremos allí?

Tal vez siempre, tesoro.

 


2. En breve, carcel. 

Una de las tantas será tu destino. Los guardianes de la humanidad nos esperan, agazapados. En ocasiones, ni siquiera necesitan uniforme ni lentes oscuros. Caminan a tu lado y sonríen. Son fanáticos de las sombras. Las coleccionan. Juzgan. Señalan con el dedo tu mísero dolor. Luego, carcajadas. En breve, cárcel. No tenemos un mundo muy redondo pero lo remendamos como podemos. Los carceleros acechan. Arman las, así llamadas, instituciones. En ocasiones ni siquiera es necesario. Ven monstruos desde su garganta. En breve, cárcel.

Un hospital no es como una cárcel. Es una cárcel.
Una escuela no es como una cárcel. Es una cárcel.
Un neuropsiquiátrico no es como una cárcel. Es una cárcel.
Una cárcel no es como una cárcel. Es una cárcel.

¿Es verdad que te fascinan los barrotes y las celdas?
¿Es cierto que luchamos por la esclavitud?
Sombras. Pasillos. Puertas con traba y cancel.

 Hierro.

Hasta en la muerte: cajón de madera y cementerio, encerrados bajo tierra. ¿Ese hombre a tierra no va? ¿Cenizas?

En breve, cárcel.


1. La dislocada fascinación por las fronteras.

La dislocada fascinación por las fronteras: la alambrada, la barrera, el muro: el límite preciso para resguardar la propia soledad de las muchedumbres solitarias. El dolor está debida e hipócritamente resguardado en esas propiedades tan puntillosamente acondicionadas para albergar ciertas geografías y riquezas. ¿Tiene grado el dolor? ¿Es dimensionable? 

¿Cuántos kilos pesa tu dolor? 

¿Cuántos kilómetros de extensión han detectado en la medición de ese, tu dolor? 

Pero duele, sin mensura. 

El sendero interminable y polvoriento que elude las fronteras resalta el calloso dolor del caminante sin destino preciso. Forastero. El propio andar constituye esa búsqueda cambiante, imprecisa, azarosa traspasada de dolor, transpiración y soledad. Y el rostro de los árboles. ¿A cuántos kilómetros de tu dolor están los árboles, caminante? No conocer metas y descubrir bifurcaciones. El continuo alambrado que indica lo que nunca podrás transitar. 

El sendero, el camino polvoriento y pedregoso. Aquellas montañas no te pertenecen forastero pero te secundan en tu viaje. Soledad. Y eludir las fronteras. ¿Hay fronteras para la soledad? Polvo, piedra y camino. Un cielo impiadosamente gris aunque brille el sol, las piedras en los zapatos, el polvo impregnado en la nariz no vencen la obcecación del caminante. ¿Vas a continuar extranjero? ¿Vas a continuar en búsqueda de aquel lugar inexistente? Encara el camino polvoriento como  si fuera eterno y el tiempo se hubiera diluido. 

Quedándote o yéndote.